Unas manos suaves se deslizaban por mi espalda. Intentaba disipar la idea de esas manos tan finas, tan dulces, tan eróticas. No sabía si esas manos podían estar sintiendo lo mismo que yo. Me ruborizaba simplemente la idea. ¿Pero como me puede estar pasando esto?
Las manos se llenaron de aceite y pasaron a ser mucho más suaves. Se deslizaban por mi espalda cogiendo cada vez más terreno. Llegaron hasta donde la espalda pierde el nombre y así cada vez un poco más abajo. No me molestaba, cada vez estaba mucho más caliente y esperaba expectante hasta donde iban a llegar esta vez.
Llegaron hasta mis glúteos y los empezaron a masajear. Una y otra vez, cogiendo cada vez más terreno. Acercándose cada vez más a mi sexo. Ya era evidente mi calentura, entre otras cosas por los suspiros que se me escapaban cada vez que se acercaba más allí… Donde yo estaba deseando que acabara.
No se sí fue rubor suyo o mío, la cuestión es que dejo de masajearme los glúteos para pasar de nuevo a la espalda. «Dios mío, que vergüenza» pensé, pero de pronto paso a masajearme los pechos desde la espalda.
Levante la cabeza de la camilla, parecía evidente que ella estaba jugando también. La mire, nos miramos. Era una mujer sexy, morena, buenos pechos. Una mujer de curvas, como las que a mi me gustan.
«¿Quieres que siga?» Me pregunto. «Lo estoy deseando» Le conteste.
Volvio a mojarse las manos con aceite. Continuo con mi espalda, bajo hasta mis glúteos, se introdujo entre mis piernas. Yo separe más las piernas, dándole acceso. Me masajes el interior del muslo, suavemente fue subiendo hasta llegar a mi sexo. Poco a poco, me introdujo un dedo, luego otro… Yo no pude evitar jadear. Ella notando lo cachonda que estaba.
Me di la vuelta, no podía soportar más estar allí sin hacer nada. Le abrí la bata que llevaba. Debajo solo llevaba un bonito sujetador de blonda blanco. Tenía unos pechos perfectos que necesitaba lamer ono fuera. Empece a comerle las tetas. Mmmmmm ricas. Sabían a perfume. Ella echo su cabeza para atrás, mientras yo continúe besándole el cuello buscando su boca. Necesitaba besar esos labios carnosos, los labios que me estaban haciendo disfrutar tanto.
De mientras ella continuaba jugando con sus dedos dentro de mi. Con la otra mano movía mi clítoris de la manera que sólo las mujeres sabemos hacer. Me estaba entrando ese calor en el cuerpo que precede al orgasmo. Iba a explotar.
La tire encima de la camilla y empece a comerle su sexo. Ella gritaba como una loca. De mientras que le comía, tenía metidos muy dedos dentro de ella, trabajando cual consolador viviente. Ella estaba a punto de correr se y yo, con la excitación, también.
«¿Por qué no nos corremos juntas?» No se me ocurría como podríamos hacerlo… Sólo con la postura del 69, y en una camilla me aprecia que iba a ser un poco incómodo. Hasta qué en la estantería vi un par de masajeadores como de silicona… Así alargados y grandes, como si fuera un consolador pero mucho más grande. Las puntas redondas, blando… Ummmmm se me ocurren muchas maneras de usarlo!
Yo me subí encima de ella, quería que me comiera. De mientras yo le comía y le metía el masajeador… Una y otra vez… Ella hacía lo mismo conmigo. El masajeador tenía unas arruguitas que hacían que fuera más placentero. Yo no podía resistir más, estaba a punto de correrme, entonces apreté mi boca en su sexo y absorbi su clítoris hasta que me corrí… Ufff una corrida increíble, la muy capilla me había metido todo el masajeador… Increíble! Ella no paraba de gritar, de chorrear, se estaba corriendo como una loca. Yo que no le había metido mucho el aparato, cogí y de una embestida se lo metí todo de golpe. No paraba de ahullar. Hasta qué dejo de hacerlo.
Nos besamos como locas, nos vestimos y nos despedimos. Sonó el timbre, el siguiente paciente estaba esperando. Menudo masaje! Hoy si que iba a llegar a casa relajada…